Andar y escapar del agua era
la consigna años atrás. Caminar por Cuenca no era tarea fácil hace poco tiempo. Debía
uno convertirse en un Rolando Vera para salir huyendo a veloz carrera para que
el agua no moje o dañe nuestro pulcro vestir.
La caminata ligera casi
nunca funcionaba, “la presa” resultaba
demasiado fácil para el cazador, el mismo que
sacaba a flote su habilidad y elasticidad para alcanzar y capturar a su
objetivo.
De nada valían las excusas
presentadas por el cautivo. Decir “es
que hace frío” “me enojo verá” “solo un
poquito no más”, no era motivo suficiente para dejarl@ ir. Con o sin su
consentimiento el acto era perpetrado a “baldazo limpio”.
El balde vacío era símbolo
de que el objetivo fue alcanzado, un trofeo para el cazador y para quienes acolitaban a realizar aquel intrépido
acto.
Presas
preferidas
La banquera, el/la estudiante,
el abogado y l@s chol@s buen@s moz@s, eran las presas que otorgaban mayor
relevancia al acto de mojar, el resto solo era el resto.
Claro que también habían más
avezados que buscaban acceder al “infierno”
de inmediato: Me pregunto ¿a quién no le ha provocado mojar a una monja?
“Ni con agua bendita a la
monjita” -sabio dicho de mi madre-….
Nunca caí en la tentación y me arrepiento.
Chicos y grandes, ricos y
pobres, en ciudades y campos, todo era “un carnaval”.
En Cuenca, antiguamente era también
el carnaval un enfrentamiento entre barrios, por ejemplo, el del Vado con el
del Padrón; era oportunidad para sacarle a un transeúnte una pequeña cantidad
de dinero, al grito de agua o peseta; en fin, el carnaval se prestaba para
mejorar las relaciones entre vecinos, con el envío de potajes de una casa a
otra o para dar inicio a una relación amorosa entre una parejita del barrio (Cordero,
Juan).
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El llamado "A.B.C" |
Los
Instrumentos
Baldes, ollas, lavacaras, canecas de pintura (las recomiendo)
y otro tipo de recipientes con cavidades profundas fueron utilizados. Jeringuillas,
mangueras, chisguetes o las famosas bombas de agua de distintas marcas. La
elección de la marca dependía de a quien se iba a mojar para preparar el
material: Zaruma para el común de los mortales y Payaso XXL para quién no era
del completo agrado.
Carnavales fragantes los de antaño. Contaban que solían
utilizar perfumes, talco o los huevos, que delicadamente se vaciaban para
rellenarlos con agua perfumada.
Los preparativos eran verdaderas ceremonias. El jueves previo
se realizaba “el jueves de compadres”, tradición que todavía se conserva.
La Recompensa
Creo que algo que se
distingue aún es la gastronomía. Hablar del “Mote Pata” es hablar del más
exquisito de los potajes. Dos al hilo o
tres platos, es la dosis recomendada. Si
quiere más, queda bajo su responsabilidad. Claro que en familias numerosas
comprar un “chanchito” es la solución para alimentar al “batallón”
Dulces de todo calibre: de
leche, de higo, de durazno, de sobras del otro carnaval, etc.
Pan de huevo, mestizo,
rodillas de Cristo, de cebolla, duros, blandos, aplastados, todo se vale, con
tal que cumplan su función de quitar el hambre.
Finalmente para asentar el
chancho, quitar el frio y empezar el baile se sugiere beber las siguientes
“pócimas”
- draquesito (agua
caliente mezclada con aguardiente) o un sabroso
- canelazo (agua caliente, canela, azúcar,
naranjilla y sangorache)
- un Gloriadito (almíbar de
alguna fruta mezclada con agua caliente)
- “Punta” (licor de caña) si las
posibilidades económicas no dan, (ojo donde se la compra)
Empecé escribiendo sobre cómo fue
el carnaval y la nostalgia me llevó por otros caminos.
El tiempo nos ha transformado, nos hemos vuelto seres mucho
“más cultos”, o las tradiciones se han transformado. Poco queda y ese poco hay
que disfrutarlo y exprimir sus últimas gotas.
¡Seamos, vivamos, sintamos!
Aunque quede luego como harapo,
Como fruta exprimida,
Como “puchu” la vida
Emmanuel Honorato Vázquez
BIBLIOGRAFIA
-Cordero,Juan
-Sandoval, Patricio, “Carnaval”, en Últimas Noticias, Quito, 16 de
febrero 2007,